Nos prepara nuestro cofrade Santiago una comida singular para comenzar el nuevo curso gastronómico-viajero, nada menos que a la tierra del Prieto picudo, aquella variedad de uvas introducidas en el siglo XVII por las ordenes monásticas a lo largo del Camino de Santiago, y que tuvieron su primer asiento en las tierras leonesas de Valdevimbre. De esta época proceden algunas de las bodegas excavadas en la localidad, hoy reconvertidas en comodos y apacibles restaurantes entre los que destaca la Cueva del Cura, donde está prevista una degustación de algunos de los productos típicos de León, bien conocidos de todos, que seguro que no dejan a nadie indiferente. No faltará, seguro, alguno de los buenos vinos de las bodegas mas conocidas, Montegrande y Pardevalles, característicos vinos de aguja, un poco picante con el CO2 disuelto, sin llegar a espumoso. Con un poco de suerte, tomaremos antes un vino blanco en la vinoteca La Sacristía para admirar la estupenda restauración de su antigua bodega.
Asegura la gran Vanesa Ferreiro, de “O rey do pulpo”, que hay que cocinar el pulpo con ‘cariño’. Mas “cariño” es voz que proviene del latín “carere” y significa carecer. No es propio, pues, guisar con carencias. La cocina es, como bien lo refleja áticamente Sócrates Cicuta, la disciplina gastropornocibernética por excelencia, por nacer de Estómago, Sexo y Cerebro al honrar el precepto del Ducado de Gastronia que afirma: “Primum edere, deinde fornicare et denique philosophari” (Primero comer, luego fornicar y, por último, filosofar).
El sabio Trifón se expresa bien al mentar uno de los ocho rabos del pulpo, pues una vez muerto el molusco le cuelgan a éste los tentáculos a semejanza de las colas de los animales (DRAE). Trifón no se refería en particular al miembro viril del cefalópodo que, como es bien sabido, es el tercer brazo derecho del macho, suerte de órgano para la cópula con el que penetra en la cloaca de la hembra. Lo que no se recordó en el Fórum Gastronómico de Santiago es que, hace años, las mujeres pegaban con palos a los pulpos machos para ablandarles, sobre todo, el tercer brazo derecho cuya carne deleitosa se reservaba, con suma discreción, para las doncellas en su banquete de bodas. Se dice que la lucha de la especie por sobrevivir dio algunos ejemplares de pulpos zurdos, pero la mutación quedó abortada con la llegada del frío artificial.