martes, 18 de diciembre de 2012

Sidrería Mayte

martes, 18 de diciembre de 2012 0
Para terminar el año y antes de los festines típicos de Navidad nos vamos a comer a la Sidrería Mayte, de Lugo de Llanera, que regenta con mano diestra nuestro compañero de cofradía Inocente Aparicio y familia. Un menú suculento y abundante compuesto de unos entrantes calientes, un plato de fabes con marisco (almejas, calamares, andaricas y pulpo), una cazuela de bacalao a la vizcaina y unos escalopines al cabrales. De postre arroz con leche o tarta de turrón y los cafes y digestivos obligados para tal ocasión, todo ello regado con un estupendo crianza de Ramón Bilbao. 

Bon apetit



domingo, 18 de noviembre de 2012

De illas a San Martín

domingo, 18 de noviembre de 2012 0
O lo mismo, de La Tenada a La Cabaña, que es como Eduardo Méndez Riestra ha titulado este artículo sobre dos restaurantes singulares y los menús más singulares aún que ha podido degustar. 


Eduardo Méndez Riestra, Canal de gastronomía de El Comercio 

Como con unos cuantos amigos en una casa de la que había oído hablar pero aún no había pisado: La Tenada, en el concejo de Illas, unos 9 kilómetros al SO de Avilés, por la carretera AS-237 primero y la IA-1 después, en la capital del concejo, oficialmente La Callezuela –con nombre que parece exógeno– y que al párroco no convence mucho, porque dice que en todas las actas de la iglesia aquello aparece como Illas sin más. Nos acompaña el alcalde, Alberto Tirador (IU), que debería ser modelo de saber hacer, cortesía y discreción para muchos ediles asturianos (por eso seguramente tiene ocho de los nueve concejales).

También lo hace Esther Álvarez, la dueña de la fábrica de quesos de La Peral, otro de los lugares del concejo. El rótulo de la entrada, junto al ábside de la iglesia parroquial, no engaña, aunque intriga: «Hoy tenemos lo de todos los días», pero no añade más. ¿Y qué tienen todos los días? Pues nada menos que pote (y fabada, si es miércoles), adobu con huevo frito y patatas, picadillo, callos, carne gobernada, cordero, queso de La Peral con membrillo, borrachinos y arroz con leche. Lo malo (o lo bueno) es que no se trata de un menú para elegir, sino que ése es el menú para cada comensal, algo que un servidor no veía desde los lejanos días de Casa Herminia, en Campiello (Tineo), una especie de banquete medieval.



¿Hay servicio de ambulancias?, pregunto. No, porque cada uno come sólo lo que le pide el cuerpo: una cucharada, una patata…aunque no faltan los que no dejan ni el rastro. El precio es también fijo: 20 euros por cabeza, incluyendo Rioja y chupitos. Isabel Alonso Mons, en la cocina, y su cuñado, Poldo, en la sala, saben lo que se hacen. Me dicen que hasta hace poco comer aquí requería entrar en lista de espera, pero la crisis ahora lo ha hecho más fácil. Es sin embargo un excelente remedio para la crisis y yo me quedo con sus callos, por no hablar del postre sorpresa que nos preparó el repostero Miguel Sierra (otro superdiscreto), que nos acompañó también en el pantagruélico almuerzo. sábado, 10 A mi edad, dos pitanzas seguidas ya se aguantan mal; pero hoy tengo una cita a la que acudo cada año desde un lejano no sé cuántos en que mi viejo –por antiguo– amigo Vidal Peña me llevó a Sotrondio a comer el tradicional pote de nabos del día de San Martín (que en rigor es el 11). Esta vez es la veterana periodista Marcela Zapico la que nos convoca en su pueblo a otro grupo de amigos y nos lleva a La Cabaña, de nuevo en las inmediaciones de la iglesia.

Del menú tradicional –pote de nabos, callos y casadielles– a mí los nabos siempre me han dejado un poco frío, aunque respeto la tradición. Sin embargo, los callos de La Cabaña están de impresión (como otra vez que ya los habíamos probado Marcela y yo: ella es una propagandista de estos callos y con razón). Algunos comensales del grupo compran raciones extras para llevarse a casa y yo me habría apuntado de no ser por las prisas.

Es callo picado menudo, como debe ser, lo justo de untuoso (sin llegar a lo de aquel alcalde de Oviedo que gustaba de que le quedaran los labios pegados) y de picante (sólo graciosos). Pero sobre todo sabroso y limpio. Aunque me tengo por hombre prudente en la mesa, me descubro repitiéndolos por cuarta vez y me freno, aunque los boles siguen medio llenos, para servir a voluntad. La tarde de perros que imaginaba no llegó y todavía pude ir al cine a ver ‘En la casa’, una joya francesa que recomiendo no perder, basada en ‘El chico de la última fila’, una obra del español Juan Mayorga, un literato que es también matemático (y se nota). Y aún pude cenar algo, aunque no me tengo por fartón.

martes, 9 de octubre de 2012

La Cerezal de Viella

martes, 9 de octubre de 2012 0
En el antiguo edificio de la sidrería Las Brañuelas, que durante años mantuvo en Viella la tradición de buena sidra y unos sabrosos buñuelos, practicamente desaparecidos de las cartas de todos los restaurantes, pasando a engrosar la lista de los llamados "platos viejunos", aquellos que van quedando en el olvido, tal como algunos que han pasado al olvido víctimas de la globalización del gusto y del esnobismo gastronómico, como el san jacobo, el coctel de gambas, el melón con jamón, la tarta al whisky o el flan con nata.
Pues bien, en este antiguo local, en la misma carretera AS-17 (Riaño-Avilés) hoy autovía a medio terminar y que ha cortado todos los caminos tradicionales, de forma que han dejado aislados peatonalmente los nucleos de población que cruza, desde la Fresneda hasta Bobes, han abierto recientemente el restaurante La Cerezal, que viene a ser una sucursal del conocido restaurante del mismo nombre en San Martín de Collera, Ribadesella, y que trae a Siero su especialidad en arroces, de la mano de dos jóvenes hermanos, aficionados a los deportes al aire libre, muy bien preparados y de muy buen trato.
Este restaurante ha sido el elegido para comenzar la temporada gastronómica y el guiso de arroz con bogavante el motivo principal. La previsión era que aprovecharamos la cercanía para ir dando un paseo desde la propia urbanización, pero al final solo un pequeño grupo se animó a cruzar por el camino que lleva desde el club hasta la carretera de la Belga y de ahí, por la vega cercana al rio Noreña, con el nivel mas bajo de agua que se recuerda, salir al propio restaurante evitando la autovía. Como el día lo permitía comimos en una terraza acristalada, amplia y luminosa, comenzando con unos sencillos entremesas de cecina y bocartes, para pasar al arroz con bogavante, ligeramente caldoso, muy abundante y correcto, todo ello con vinos blanco y tinto adecuados, un postre tradicional, sino recuerdo mal una tarta al queso, y los cafes y licores habituales completaron una comida plácida que retomaremos, probablemente de forma más contundente, el próximo mes de noviembre de la mano de nuestro compañero Guillermo. 

Bon apetit      




 Por la izquierda, "El tigre de Teatinos" (fino estilista) y "El Paparazzi" 
disputandose la casera ("cosas veredes, amigo Sancho...")
 El grupo al completo, por la izquierda, Miguel, Vicente, Pedro, Pepe, Juan Ramón, Guillermo,
 Julián, Mariano, Santi, Virgilio y Alvaro. Agachados: Aurelio, Inocente, Emilio, Tino y Juan


   

miércoles, 18 de julio de 2012

Industrias

miércoles, 18 de julio de 2012 0

lunes, 25 de junio de 2012

Marmitako en Vizcaya, ajos en Santander, peñas en Asturias...

lunes, 25 de junio de 2012 3

El marmitako es un plato típico de los marineros vascos del cual hay tantas versiones como puertos y cocineros en los barcos de pesca de estos lares. A mi modo de ver hay tres ingredientes obligados en este plato, que son: bonito, patata y pimiento verde (en esto estoy con JLC, me consta que hay quien no utiliza el pimiento verde, pero yo siempre lo he visto preparar con él y pienso que por el sabor característico que aporta al plato, el no utilizarlo lo desvirtúa, quedará muy bien y muy rico, pero quedará diferente).
También comparto con jlc que el bonito debe ser añadido a la cazuela al final de la cocción, ya que, como bien dice él, de lo contrario quedará muy seco. Pero por otra parte, pienso que añadirlo ya con el fuego apagado no ayuda a que la patata tome el sabor del pescado, yo lo sdiciono en los últimos 2-3 últimos minutos de cocción, revolviendo un poco y con muchísimo cuidado para no desbaratar el bonito, apago, tapo y dejo otros 5 minutos de reposo antes de servir.
Otro de los puntos importantes a la hora de preparar el plato es el cascado de las patatas. Cascándolas hacemos que las paredes de la patata queden más porosas y con ello aseguramos el intercambio de sabores.
Otro detalle importante, cuando la patata está blanda, suele venir bien aplastar dentro del recipiente alguna patata, con ello conseguiremos engordar la salsa con el almidón que aporta el tubérculo.
Como se dijo anteriormente, éste es uno de los clásicos platos que ha tomado el nombre del recipiente en el que se oficia. Su preparación no es complicada y los resultados están garantizados. Me acuerdo la de la primera vez que lo preparé, fue para mi cuadrilla de amigos y la verdad es que resultó un éxito total.
Hay otros marmitakos preparados con otros tipos de pescado azul, pero ya no son "marmitako", podrán ser marmitako de atún, marmitako de hicharro, etc...
 
 J.L.Polo

viernes, 22 de junio de 2012

Fogones ovetenses

viernes, 22 de junio de 2012 0
La vigencia de unos clásicos PDF Imprimir E-mail
Eduardo Méndez Riestra   

He cumplido ya medio siglo de comensal público, lo que no sé si me colma de alegría o de tristeza. En todo caso, esos cincuenta tacos están llenos de aromas de los fogones ovetenses, porque en Oviedo me inicié a la cosa de la mesa, en La Campana (Casa Ulpiano), de aquella calle de vinos que fue San Bernabé, adonde me llevaban puntualmente cada jueves. Por aquellos sesenta, claro está, había en la capital otras mesas en las que no sólo se comía más que bien, sino que ofrecían marco adecuado: el Malany de la calle de la Rúa, el comedor del hotel Principado, en la de San Francisco, La Paloma, en la de Argüelles, o el Cervantes, en la de Jovellanos, entre otros. Serían los cimientos sobre los que en las dos décadas siguientes se alzarían los restaurantes que han sabido consolidar el prestigio gastronómico de la ciudad.

En los nuevos años desarrollistas y democráticos el protagonismo lo alcanzaron establecimientos que ya han quedado para siempre en la historia culinaria del Principado. Ocuparon la escena nombres como Casa Conrado –sobre el mismo solar de la calle de Argüelles en el que en su día estuvo el Fornos–, Casa Fermín –por entonces en la avenida de El Cristo, ya con excelentes instalaciones–, La Gruta de los tres hermanos Cantón, en el alto de Buenavista, el Marchica, en Doctor Casal, con su elegante ‘salón rojo’ o el Pelayo, en la calle homónima, de la familia Martín, todo s los cuales venían de atrás, yendo a más. Y a mitad de aquellos años aparecerían La Goleta de Marcelo Conrado Antón, en la calle de Covadonga (donde ocupó parte del local que dejó libre un gran intento fallido, el restaurante Feudal, en los últimos sesenta, acaso la primera ‘modernidad’ de impacto) o Trascorrales, en un lugar entonces por recuperar como es la plaza del mismo nombre, como apéndices de dos de ellos, mientras Casa Fermín se instalaba en pleno centro, a dos pasos de la Escandalera o Del Arco surgía deslumbrante en la plaza de América, en el ensanche chic de la ciudad. El Casa Fermín de Luis Gil Lus sería el primer restaurante asturiano que obtendría una estrella Michelin, en 1974, y el Trascorrales de Fernando Martín se le sumaría más tarde en el estrellato, ya en los ochenta. De este potente grupo de restaurantes –y de otros no menos importantes en diversos lugares del Principado que no son objeto de este espacio hoy– habría de salir la puesta de largo de la mejor cocina asturiana, la verdadera consolidación de lo que hemos dado en llamar el Sistema Gastronómico Asturiano, algo de cuyo peso algún día los asturianos serán conscientes, estoy seguro. Como lo estoy de que representan el momento de mayor gloria gastronómica interna en toda la historia de la cocina asturiana, algo que no estoy seguro de si algún día volverá a repetirse. A tal momento, sin embargo, no sería justo hurtarle la aportación recibida desde la repostería, capítulo que en buena medida cubren las confiterías locales, aunque no sean los únicos agentes, como es fácil entender. Casas como Camilo de Blas, con sus ‘carbayones’, junto a la desaparecida estación del vasco de la calle de Jovellanos; Peñalba, con sus bombones y pastelería de corte centreuropeo, en Milicias Nacionales, o Diego Verdú, en la que antaño fuera el ombligo de Oviedo, la calle de Cimadevilla, con sus helados y turrones, son nombres golosos indisociables ya del de la propia ciudad. Aunque no los únicos: la confitería Asturias, en la calle de Covadonga, trajo el gusto de los bartolos de Laviana a la capital y aquí dejó otros muchos aciertos, sin olvidar a otros dos pilares de las dulcerías locales, como fueron y siguen siendo Rialto, vecina del desaparecido Logos, de San Francisco, o La Mallorquina, frente al Peñalba, y que hoy compite en ‘moscovitas’ con Rialto –aun bajo otro nombre, ‘mallorquinas’–, en ambos casos ideales para que el viajero a la ciudad se chupe los dedos al regreso.

Dejo con seguridad no pocas cosas en el tintero, porque el espacio de que dispongo no permite más, pero lo mencionado es suficiente para apoyar mi tesis, que repito: hablamos de tres o cuatro décadas en las que la cocina y la hostelería asturianas vistieron galas hasta entonces desconocidas, cuando un sistema gastronómico se consolidó como nunca antes ni tampoco después, cuando los restaurantistas empezaron a enterarse seriamente de lo que se cocía y lucía fuera, a fin de tomar buena nota, y cuando una clientela afortunada supo educarse con entusiasmo en la mesa y sostener con ese entusiasmo a un movimiento que construyó los cimientos más sólidos que hemos conocido en la materia.

El agua de Borines

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  José Manuel Vilabella  

Soy un reconocido bebedor de agua. No digo que soy el campeón de Asturias, porque mentiría como un canalla, pero sí les aseguro a ustedes que trasiego cada día dos litros justos, ni una gota más ni una menos.

 
 
   Ilustración: Daniel Castaño


En esto del agua los médicos son muy suyos y bastante radicales y cuando los enfermos crónicos les visitamos en su hábitat siempre nos dicen lo mismo: «Come la mitad, anda el doble y bébete dos litros de agua al día». Más allá de dos litros los riñones protestan y si ingieres menos cantidad, y eres un anciano comatoso, pueden ocurrirte horribles desgracias personales.

El agua que yo bebo es del grifo o de Borines. Una es agua con cloro, agua sanísima, y la otra es agua con agujeritos. La primera la consumo en mi casa y la de Borines siempre que la veo en la carta del restaurante. El gastrólogo, que nació en plena guerra civil, estuvo con su mamá en la cola del aceite y es hijo de la escasez, del pan negro y también del pollo lujoso, el de corral, y del sifón.

El pan blanco apareció en España allá por los principios de los cincuenta y el sifón siempre estuvo ahí, con las cosas que daban de balde en bares y sitios donde se guisaba de comer: los palillos, las servilletas de papel, el vasito de agua para el niño, el uso del retrete con su áspero papel El Elefante. Tenía el sifón como una tristeza de postguerra; era una bomba, sí, pero de la paz, y presumía de ser pariente lejano del champagne, aunque todos sabíamos que sólo era primo de la gaseosa. De joven me tengo emborrachado con sifón y sonetos, mirándome en los ojos verdes de señoritas rubias con las que compartía ripios y amanecidas.

Con este pasado de escasez que les acabo de relatar no es raro que me ocurra, como a los americanos, que no entienda muy bien que se consuma y se cobre el agua embotellada. Antes te daban agua con cualidades salutíferas que te ayudaban a expulsar las piedras del riñón o te curaban el estreñimiento, pero ahora, con el escepticismo de las gentes, sólo te dan el agua que lleva la botella y algunos, en plan chulo, pregonan que el agua que te cobran sólo es agua, agua que sólo sabe a agua. Ya no dan ni agujeritos ni esperanza. Qué cinismo.
Hace unas semanas me invitaron a conocer el antiguo Balneario de Borines.

Lo pasé muy bien, fueron muy amables y acogedores y además de sus planes futuros nos enseñaron lo que queda de sus glorias pretéritas. Quiere la empresa conquistar mercados nuevos y se preparan para ello con municiones actuales: diseños novedosos, botellas distintas, estrategias comerciales más agresivas. De la mano de Severino Diego Isla, el empleado más antiguo de la casa y su memoria viva, recorrimos las antiguas instalaciones del que fue famoso balneario. Qué maravilla. Todo está ajado y en desuso pero se conservan ecos de valses y mazurcas, bisbiseos de enamorados, aullidos de reumáticos, restos de pintura, rótulos del otrora. Las aguas minerales se consumen masivamente en Europa, pero sin fe; ya nadie cree en el milagro de las aguas milagrosas. Incluso Lourdes ya no es lo que era.

Las de Borines eran, y lo son todavía, aguas que reconfortan y producen magníficos efectos terapéuticos. No lo dicen porque son muy modestos y lo prohíbe la ley, pero en este balneario han mejorado de sus dolencias elegantes dispépticos, famosos hiperclorhídricos, bellísimas gastrosucorréicas, lisíaticos con un pasado alegre, además de artríticos, obesos, diabéticos y personal corriente y moliente que lo único que deseaba era conocer Asturias, tomar las aguas por si acaso y vivir tranquilo escuchando el arrullador trinar de los jilgueros.

Como estamos en tiempos difíciles los consumidores tendríamos que recuperar la fe en el agua ahora que no creemos en los economistas. El vino peleón del menú del día nos adormece, tiene el condenado taninos que rascan y anestesian; el vino que vende Asunción nos ayuda a cantar con más fervor patriótico el Asturias patria querida, pero eso no basta; pasados los efectos perversos del destilado de garrafón y del vino amargo llega la realidad con sus miserias. En Asturias necesitamos urgentemente la cordura del agua, ya que no tenemos el buen sentido de los gobernantes. Necesitamos agua en grandes cantidades para entender lo que pasa. Que venga el agua transparente con su sensatez, que acudan los bomberos del agua mineral a apagar los incendios surrealistas. Consumamos agua y exijamos a quienes nos gobiernan y a su corte de banqueros con trajes de alpaca que no corrompan nuestra agua del grifo con los vinos espurios de sus tabernas.

jueves, 10 de mayo de 2012

Restaurante La Marina

jueves, 10 de mayo de 2012 1
                 El pasado día 5 hemos celebrado la comida de la Peña correspondiente al mes de mayo.

La Marina, en Puerto de Vega ha sido el restaurante elegido por nuestro cofrade Pepe Mayo, que por lo tanto ejerció de anfitrión.
Partimos hacia el occidente catorce comensales en el Ribelbús de ordenanza con Ricardo al volante. Hacía tiempo que no salíamos en esa dirección y ello nos ha servido para comprobar que aun queda bastante para que la autovía se termine.
Hemos hecho, como acostumbramos, una parada "in itínere", pero a diferencia de otras ocasiones, fue en Cartavio; mas allá de nuestro lugar de destino. La razón fue que aprovecharíamos el aperitivo - en el Hotel Cartavio - para que el anfitrión nos pudiese mostrar desde allí "Mallo ´s Manor" y el predio que la rodea. ¡Cuanta belleza! Desde la casa, el Cantábrico cierra el horizonte y las verdes praderas son un vitaminas para el alma...
Entre parabienes al afortunado, volvimos sobre nuestros pasos hasta Puerto de Vega.
Un breve trecho desde el puerto, donde dejamos el transporte, nos llevó puntuales a La Marina.
El ritmo de la comida se acopló a la necesidad de dar al plato fuerte - arroz caldoso con gambas - el tiempo preciso para que llegase a la mesa en su punto.
Antes de ello vinieron las entradas: un sueve y sabroso paté de pescado y marisco y luego ensalada tibia de anchoas, pimientos, queso y lechuga.
Postre principalmente casero con cuajada y nueces. El vino, rioja.
El café y los chupitos de licor en su momento. Todo bien servido y en su punto y a precio razonable.

El regreso fue placentero, como la ida. Alguna que otra chanza a cuenta de la liga de futbol y los "pigazos" de costumbre...
Quedó por decidir quien, donde y cuando convoca la comida de junio. Que cerrará la temporada previa al verano.

Santiago G. Estrada 

 
 

domingo, 15 de abril de 2012

Sidrería Bertone II

domingo, 15 de abril de 2012 0
Como no podía ser menos, nuestro compañero Tino Guerra cumplió su promesa de llevarnos a "territorio conocido", osea a Langreo, a la sidrería de un pariente que tiene sucursales en las dos capitales del concejo, Sama y La Felguera, para introducir alguna variante a los menús habituales de invierno que impone nuestra severa climatología, optando esta vez por una entrada a base de marisco en el que predominaba un centollo junto con una buena andaríca (nécora para los foráneos) y unos langostinos, para continuar con una magnífica crema de marisco y pasar al plato fuerte de cordero lechal guisado con patatinas. Un postre de chocolate para los más "llambiones" completan un menú singular, abundante y variado que degustamos junto a algunos nuevos amigos que nos acompañan esta jornada.
Para mayo está prevista una comida en la costa occidental asturiana, que siempre tenemos la sensación que visitamos poco a pesar de sus inmejorables virtudes, de la mano de Pepe Mallo.

Miguel Angel y Pepe reivindicando, con poco éxito, como no podía ser de otra manera, el consumo de gaseosas

Julian, Guillermo, Juan e Inocente

El nuevo cartel de la Peña en el autobús de Ricardo

domingo, 4 de marzo de 2012

El Sastre de Noreña

domingo, 4 de marzo de 2012 0
Con el buen sabor de boca de nuestra última visita en el 2007, con ocasión de las jornadas dedicadas a los callos, volvemos a este sidrería clásica de Noreña esta vez para dar cuenta de una de sus especialidades más celebradas, como es el cocido de garbanzos con moscancia. Para empezar se trata de unos garbanzos pedrosillanos, oriundos, se dice, de Pedrosillo el Ralo, Salamanca, que se distinguen de los castellanos por su pequeño tamaño y porque tienen una piel muy fina y se vuelven mantecosos con la coción. El otro componente singular del cocido es un embutido fresco original de la Villa Condal, la moscancia, prima hermana de la morcilla asturiana pero que no se cura con humo y a la que se agrega sebo de ternera, y que está también emparentada con los emberzados o los borochos, los pantrucos y el fariñón, es la combinación perfecta para este cocido por su suavidad.
Pero antes no quisimos pasar por alto unos entrantes obligatorios en la casa, sabadiegos y unos calamares frescos notables. A tan completo menú, en el que la sopa reparadora es el entrante de los garbanzos con patatas y zanahoria y de ahí al sabrosísimo compango, algún "valiente" se atrevió a probar unos callos reglamantarios. El postre requiere una pequeña explicación, y tiene que ver con la vinculación familiar de los hermanos Antón, Manuel y Pedro, con el corazón de los Picos donde se hace el mejor Cabrales, de hecho en el 2010 se hicieron con queso ganador en el certamen cabraliego, para satisfacción de sus clientes. Dimos cuenta, por tanto de un buen queso Cabrales en su punto justo de maduración, además de un buen Gamoneu.
El vino elegido fue en esta ocasión un Azpilicuta crianza, que corrió con generosidad en atención a su noble cuna. Los cafés y licores habituales ponen el broche de una comida satisfactoria y de las que hacen afición.

Bon apetit

viernes, 2 de marzo de 2012

Cocido reglamentario

viernes, 2 de marzo de 2012 0
Nuestra próxima comida nos lleva a la villa condal de Noreña, sede del matadero central de Asturias y con una industria chacinera y conservera de gran tradición. De lo mucho y bueno que hay, la sidrería El Sastre es uno de los más tradicionales y se distingue por la calidad de su cocina y el excelente trato.

Garbanzos pedrosillanos

Garbanzos pedrosillanos Garbanzos pedrosillanos Garbanzos pedrosillanos

La noche anterior a la elaboración del cocido se ponen los garbanzos en remojo de agua templada, a la que se añadió un poco de sal. El tocino también ha de desalar, pero en agua fría. En una cacerola se pone agua a hervir en una olla o cacerola «tradicional». Cuando rompa el hervor, se echan los garbanzos, el tocino y el chorizo. Siguen los hervores y a media cocción se agregan las patatas y la moscancia. Continúa la cocción de los garbanzos a fuego medio y continuo hasta que estén tiernos y enteros. La cocción dura, aproximadamente, un total de dos horas a dos horas y media. Se sirven los garbanzos y patatas escurridos (sin caldo), junto con el compango. Con el caldo se prepara una sopa de fideos según costumbre, que se ofrece como primer plato.

Autor: Marisol Montes, Sidrería Casa El Sastre (Noreña

domingo, 5 de febrero de 2012

De Torres

domingo, 5 de febrero de 2012 0

Como hemos hecho los últimos años desde 2006 asistimos a la cita obligada de la localidad allerana de Felechosa para disfrutar de las jornadas de la caza en el restaurante De Torres, y de nuevo se confirma la extraordinaria calidad de su cocina, que representa una de las mejores jornadas gastronómicas que se pueden encontrar en Asturias hoy en día; la selección de los productos y la cuidada preparación, así como la generosidad de las raciones, lo ratifican año tras año. Nuestro menú, escogido entre el abundante menú de las jornadas comienza con unos escalopes de venado y picadillo de venado y jabalí, para continuar con unos sabrosísimos pimientos de piquillo rellenos de jabalí. El plato fuerte, por llamarlo algo después de semejantes entrantes, es una caldereta de jabalí y venado con patatinos. Llegar al postre después de tales manjares es más por volver a disfrutar del panchón allerano y de una casadiella estupenda.
Un acierto más de las jornadas es la elección del vino, en este caso un ribera del Duero Anta Banderas, rematado con los licores digestivos clásicos nos confirman devotos de estas jornadas a las que asitiremos puntualmente en las próximas convocatorias. En suma, una comida muy satisfactoria que tiene su epílogo en la foto familiar al lado de la estatua homenaje al animal totémico de estas montañas.


Buen provecho
 
La Peña Gastronómica de La Fresneda. Design by Pocket